ABRACEMOS EL AMOR DE DIOS PARA COMPARTIRLO CON LOS HERMANOS
(Lc. 10, 25-37)

La Parabola del Buen Samaritano nos descubre también que las exigencias del amor cristiano son ilimitadas. El amor cristiano no excluye a nadie, nos debemos a toda persona que nos necesite, sin razas ni color de piel, ni fronteras, amemos a todos como hermanos y hagamos el bien.

  1. ¿Qué estoy haciendo para ser un buen Samaritano?
    En las últimas semanas ¿a quién he ayudado o acompañado?
  2. ¿Me considero un buen Samaritano?
    ¿Estaría dispuesto como un propósito en mi vida ser compasivo?
    Me propongo esta semana acercarme alguien que me necesite